España, 1936
A mis apreciables alumnos:
Estoy seguro que de sobra deben todos conocer la
situación que vive nuestra nación. Las personas podrán tener un sinfín de
opiniones influenciadas por el miedo, la conformidad o la incertidumbre el
porvenir, cada uno de sus padres, hermanos o conocidos sabe la realidad que ha
decidido creer; después de todo quién soy yo para juzgar lo que la gente decide
apoyar.
Esta carta no es para que hacerles cambiar de
opinión ni para que sientan compasión o lástima por mí, no. Les escribo porque
quiero que comprendan que lejos de tener o no razón uno debe siempre luchar por
lo que es correcto para todos. Sepan que existen personas cuyo pensamiento es
pasar por encima de la libertad del pueblo y dejar oprimido al oprimido, porque
se sienten superiores a ellos, alguien ha envenenado su alma con la fantasía de
que se puede ser más que otro ser humano.
No hay mentira más grande que esa. Ningún acto
que ponga en peligro la seguridad y la integridad de otra persona puede justificarse
bajo ninguna circunstancia, jamás olviden eso; ustedes tienen el derecho y la
obligación de defender sus sueños, su libertad y su voz.
El precio que se paga por ser diferente, por
pensar distinto a veces mis niños, puede ser muy alto. sin embargo sé que dentro de todos ustedes hay un espíritu dispuesto a creer que algún día las cosas estarán bien, que a pesar de todo uno es capaz de continuar, de luchar, de prosperar.
Tengan por seguro que no hay nada que me llene más de orgullo que haberlos conocido, compartir tantos momentos juntos me hace tener una constante y fuerte esperanza en el porvenir, sepan que el cariño y el respeto que siento por cada uno de ustedes es real y sincero. Espero haber hecho lo suficiente para ser digno se su respeto y admiración o por lo menos que me recuerden con una sonrisa en el rostro.
Nunca pierdan la esperanza, no hay fuerza ni razón más poderosa que esa para seguir adelante. No desfallezcan aunque los días se tornen difíciles, preparen su alma y su cuerpo para lo que vendrá, pero no permitan que eso les arrebate la alegría de vivir.
Los quiere siempre...
DON GREGORIO
A Moncho:
Mi fiel asistente y querido gorrión.
No tengo palabras para agradecer lo que haz aportado a mi vida. La timidez con la que llegaste al aula no se compara con el valor que demostraste más de una vez el tiempo que me diste la oportunidad de convivir a tu lado. Lamento enormemente que no hayamos tenido la oportunidad de ver la lengua de la mariposa, de verdad lo siento en lo más profundo de mi ser.
Sé que tus padres pasan por un mal momento y que posiblemente algunos días entren en crisis y desesperación porque son tiempos difíciles Moncho. Ignoro las razones por las que actúan así, pero debes entender que cuando se tiene familia lo más sagrado para un adulto es mantener el bienestar en ella, por eso no los juzgues nunca, tus padres te aman y siempre buscarán lo mejor para ti y tu hermano. Te pediría que les agradecieras lo que hicieron por mí, pero me temo que no sería un buen momento, te pido que lo hagas después, aún cuando hayan pasado muchos años.
Mantente fuerte, lo que se avecina no será agradable, pero confío en que sabrás ser prudente para no meterte en dificultades.
Siempre recuerda que hay una delgada línea entre lo que es bueno y lo que es correcto; lo bueno es a conveniencia de quien lo practica y lo correcto es en beneficio de más de uno. Tal vez algún día lo comprendas con mayor determinación (aunque yo sé que lo comprenderás antes de lo que imagino).
Como último favor, te pido que me guardes siempre en la calidez de tu corazón. El tiempo, que es un maestro bondadoso, será el que determine si merezco quedarme ahí. Pero por favor no me juzgues ahora, hazlo cuando puedas entender que ha ocurrido, y sólo entonces decide que hacer con mi recuerdo.
Con cariño....
DON GREGORIO
